domingo, 31 de julio de 2011

Tecnología en psicología, institucionalización de humanismo científico





Es un hecho que vivimos en un mundo en el cual, sin la disponibilidad de la tecnología, nuestras actividades cotidianas se verían gravemente afectadas, o se tendrían que realizar de un modo distinto. También parece obvia, la relación estrecha que existe entre tecnología y ciencia, lo que ha configurado una sociedad con un modo particular de significar la realidad; cualquiera que sea esta. Podríamos referirnos a esto como una visión de mundo - tecno-científica.
 Esta visión, establece como criterio de relación; tanto con las cosas como con los otros, el criterio de efectividad y eficiencia. Hasta aquí, no habría mayor problema, pues en fin y al cabo,  la ciencia y la tecnología constituyen el desarrollo y formalización de las distintas formas de influencia de la naturaleza y que los humanos domestican y las transforman en poder. Piaget ha subrayado esto, en sus estudios con niños, sobre el desarrollo de la causalidad, en estos estudios, él evidencia como se ha pasado de una explicación causal centrada en la idea de agente a una idea de causa como relaciones de necesidad, y que los físicos han convertido en funciones matemáticas. El análisis del tipo de explicación, presentado aquí, pone de presente el énfasis  en la causa eficiente y la causa formal aristotélica y sin mayor referencia a la causa final.
Precisamente la idea de causa final aristotélica, permite considerar criterios para la evaluación de la tecnología más allá de los de eficiencia y eficacia. La cusa final hace referencia a las circunstancias necesarias para el paso de la potencia al acto, es decir, se refiere a aquellas condiciones que le permiten a un ser ejercer sus distintos modos de influencia o modos de ser. Para el caso de los humanos, quien es el usuario legítimo de la tecnología, pero también para todo lo vivo; como la biología lo ha explicitado, su causa final se refiere a las circunstancias que permiten que esta forma de organización de la realidad y que delimitamos con el nombre de vida, continúe dándose.
Hoy sin embargo, la vida misma se halla en riesgo, y podríamos preguntarnos ¿cómo llegamos  a este punto?, justamente ahora que como especie, hemos acumulado y desarrollado distintas formas de tener control sobre diversos modos de influencia de la naturaleza. La respuesta puede buscarse en la tergiversación de los medios de influencia; el fin de estos medios ya no es la conservación de la vida y en cambio se les ha puesto finalidades tales, como los de conservación de los modos de gobierno, de los estados, de las empresas, en fin, se han legitimado fines que distan bastante del fin único de conservación de la vida o del ideal Griego, de la buena vida.
¿Qué hacer para volver a conectar vida con medios de influencia – técnico-científicos? Los humanistas, tanto filósofos como psicólogos, pusieron sus esperanzas en la razón y en la “bondad” de la naturaleza humana. Pero tal vez, es tiempo de decir que eso que llamamos naturaleza humana no es un dado, sino que ésta, la hemos venido especificando en nuestra historia de convivencia. Es a través de esta historia en donde se han legitimado los “cómo” de nuestras distintas formas de relación con la naturaleza, siendo nosotros parte de ella. Por este mismo camino, se han agrupado y reglamentado bajo instituciones sociales los distintos modos de influencia social, hasta tal punto que son estas instituciones las que establecen criterios para considerar casi toda acción humana como de carácter humano o no, bondadosa o no, egoísta o altruista. Son estas instituciones las que hoy legitiman las formas de intercambio de recursos, las que sancionan el uso de formas de influencia no permitidas. Finalmente, cabe recordar que estas instituciones son un medio para la vida, y no un fin en sí mismas y me refiero a la vida no como un abstracto sino la vida diaria. Son entonces las prácticas sociales configuradas en instituciones quienes determinan eso que llamamos “naturaleza humana”.
Tiberio Pérez Manrique

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