miércoles, 4 de septiembre de 2013

A propósito del III Congreso de Psicología: Las instituciones como modos de convivencia


Ribes, E. ; Rangel, N. E. y López-Valadéz, F. (2009): “Las instituciones constituyen sistemas de relaciones prácticas compartidas mediadas por el lenguaje. Por ello, constituyen el medio que posibilita determinada forma de relaciones interindividuales, y funcionan con base en criterios compartidos que estipulan y regulan los roles sociales que desempeñan diversos actos en determinadas circunstancias. El surgimiento de instituciones diversificadas y diferenciadas es un signo de evolución y complejidad social. Un mayor número de instituciones distintas posibilita funciones sociales múltiples para los actos de los individuos en sociedad. Puede decirse que las contingencias comunes y compartidas que afectan a los miembros de una organización social son, en sentido estricto, la actualización interindividual de las instituciones como sistemas complejos de relaciones convencionales” (Julio, 15).

A propósito del III Congreso de Psicología – COLPSIC, que se estará realizando por esta fecha en Bogotá, y cuyo tema de análisis es “Por la reconstrucción del tejido social”, vale la pena preguntarse críticamente, si los psicólogos hemos cumplido con el encargo que los griegos le dieron a la psicología, esto es, el de “conducir a los seres humanos hacia la felicidad”. Y de ahí, su gran preocupación por el conocimiento, pues entendieron que sólo mediante éste los humanos podrían ser felices. El conocimiento fue para los griegos una de las más valiosas virtudes.

Sin embargo, en el transcurso de la historia, el conocimiento se convirtió en una cosa, que tan sólo unos pocos privilegiados (por natura o por que se poseen el dinero para adquirirlo) podían tener. Hay que ver, como la misión original de la Universidad, referida al conocimiento universal, ha cambiado a lo que hoy se conoce como Universidad de propósitos finalizado, y que se refiere a que ésta debe ser una institución dedicada a investigar aquello por lo que se le pague o redunde en utilidad económica. Y en esta misma lógica de mercado se inserta la formación de profesionales, se trata de formar un recurso humano (a la manera de recurso natural) cuyo comportamiento profesional sea un bien de alta calidad, sujeto a las leyes del mercado – oferta y demanda-. No es extraño entonces que hablemos de “reconstrucción del tejido social”, se trata de reparar la “cosa humana”.
Tal vez sea tiempo de abandonar la idea de máquina cartesiana, y considerar que esto que nos hace humanos, tiene la misma lógica por la cual somos seres vivos. Es decir, somos humanos por que somos seres cuyo modo de vida va más allá de lo físico-químico, y de lo biológico, somos además seres que vivimos en un medio convencional, y por esto somos seres de convivencia.

La convivencia, como lo ha hecho ver con mucha claridad Ludwig Wittgenstein, es un modo de vida que se hizo posible en los “juegos de lenguaje”, que a través de la historia humana todos hemos construido, incluidos quienes ya murieron. Quien se esté al margen de estos juegos de convivencia no puede considerarse un ser humano, y para esto, los mismos humanos han dispuesto formas de integrarse a los distintos modos de convivencia; se trata de las instituciones, entendidas como los modos de relación legitimados como formas de convivencia. Cabe aclarar que para que el mecanismo funcione, una institución no puede ser visto como lo que hoy se conoce como clubes privados. Si bien es cierto que como seres individuales nos es imposible participar en todos los juegos de convivencia, si se debe hacer posible su ingreso de una manera real y efectiva. Era de estos asuntos de los que se encargaba la política en la antigua Grecia y que hoy parece haberse olvidado.
Hemos venido hablando de las posibles amenazas para la vida en el planeta, como el cambio climático, las posibilidad de una guerra más allá de lo nuclear, de las epidemias, pero tal vez nos hemos olvidado de una amenaza mas importante –los marginados de la historia y su desintegración sociocultural-

¿Qué pasó con la “felicidad” humana, a quién le importa?

Tiberio Pérez Manrique

Referencias