lunes, 5 de noviembre de 2012

Una disciplina, una propuesta epistemológica


“Por una razón, el análisis científico de la conducta ha producido una especie de epistemología empírica. La materia de estudio de ciencia de la conducta incluye la conducta del científico y la de los otros cognoscentes” (Skinner, 1969/1979, p. 208).
Quienes nos dedicamos a la psicología asumimos sin mayor discusión que la psicología es una ciencia. Sin embargo, no basta con que una disciplina cuente con una larga historia para dar por hecho que se ha resuelto el problema básico de su fundamentación epistémica. Como tampoco se trata de encontrar un principio de validez universal y absoluto, más bien, las propuestas epistemológicas se mantienen en cuanto permitan una acción efectiva respecto de la materia que se propone analizar. Aunque las discusiones epistemológicas se han orientado principalmente al análisis de propuestas que reflejen una estructura subyacente análoga con la realidad por descubrir.
Por algún motivo, los humanos han mostrado una fascinación por la luz, hasta el punto de llevar esta fascinación a considerarla principio epistémico -conocer como un reflejo de una realidad-; por ejemplo, en la vida cotidiana, cuando la gente no se comporta de acuerdo a lo esperado, se le dice “que no hay peor ciego que el que no quiere ver”, o cuando comprendemos la solución de un problema, decimos que nos “iluminamos”.  Incluso Platón en el mito de la caverna usó la luz como metáfora de conocimiento, y desde entonces, a la razón se le asignó la función de iluminar el mundo.
Con Platón, también a la epistemología se le dio una lectura ontológica, como en “el mundo de las ideas”, o cuando se propuso una verdad absoluta con base en principios deductivos –en el sentido de episteme griega- perder de vista la diferencia entre lo ontológico y lo epistémico, nos conduce con mucha frecuencia a discusiones estériles. Por ejemplo, cuando discutimos asuntos relacionados con el tiempo, para el caso de los fenómenos psicológicos, los eventos psicológicos siempre ocurren en el presente, pero en su análisis se sustituye lo ontológico por categorías analíticas: presente, pasado y futuro. Al no hacer esta distinción, para salvar la ontología del tiempo, se crearon  ficciones como memoria.
El análisis de la conducta se vio obligado a hacer la distinción entre lo ontológico y lo epistémico, pues como se conoce, éste propone que la psicología es el estudio de la conducta, y también sostiene que conocer es conducta como cualquier tipo de conducta. Entender el conocimiento como conducta conlleva la misma objeción que se le hace a otras propuestas; esto es, no puede proponerse que la conducta sea a la vez, objeto y forma de conocimiento –lo que se conoce como reflexividad conductual. Para salvar esta objeción, el análisis de la conducta propone que la conducta de conocer es válida en cuanto influye de modo efectivo en el fenómeno al que está dirigida, que su validez se aparta de la idea de reflejo de una estructura que subyace a la realidad, como lo proponen las teorías de la verdad por correspondencia.
Desde la mirada de la reflexividad conductual como principio epistémico, se pueden proponer unos principios básicos para la conducta de conocer, tales como ciencia básica y ciencia aplicada; que por cierto, la relación entre las dos no ha sido nada clara.
La conducta de conocer en la ciencia básica se relaciona principalmente, con la delimitación del objeto de conocimiento (la psicología como el estudio de “las interacciones del organismo con el ambiente”) y con los modos de delimitar, e influir en los distintos modos de interacciones o fenómenos psicológicos.
La conducta de conocer, en ciencia aplicada, se relaciona principalmente con lo que se conoce como manipulación de variables, que nos permiten controlar y predecir e incluso modificar los fenómenos psicológicos específicos. Esto además exige que haya coherencia epistémica, por lo que el pluralismo o el eclecticismo epistémico no tienen cabida aquí.
En resumen, la conducta de conocer ocurre en un continuo cuya naturaleza se delimita como conducta de orientación en espacio y tiempo. Esta orientación es a lo que las epistemologías tradicionales delimitan como el espacio del observador.

Tiberio Pérez Manrique

Skinner, B. F. (1969/1979). Contingencias de reforzamiento: Un análisis teórico. Mexico: Trillas