lunes, 3 de febrero de 2014

Propuesta para hacer de la Psicología una ciencia coherente

“Learning from personal past experience is a classical, especially well researched topic of experimental psychology. The same cannot be said, however, for learning from the collective past as a topic of historical analysis“ (Pawlik, 2008).

Una disciplina científica se caracteriza por ocuparse de un conjunto de eventos cuyas características los distingue de otro conjunto de eventos. Es claro que precisar tales distinciones es un proceso continuo, a condición de que se expliciten y se respeten los supuestos mediante los cuales se delimitan los eventos.

La delimitación de los eventos que le competen a una disciplina sería una tarea fácil si se contara con instrumentos idóneos que de manera inequívoca nos permitiera realizar esta tarea. El problema es que esta delimitación se realiza mediante el lenguaje, y que por decirlo así, este es un instrumento multiusos, lo que conduce a que muchas delimitaciones se realicen mediante usos metafóricos del lenguaje.

Precisamente, una disciplina científica se esfuerza para que sus miembros hagan un uso unívoco del lenguaje; por esto también se dice de manera cotidiana, que una ciencia no es más que un lenguaje libre de ambigüedades. Uno de los grandes problemas de la psicología  ha sido y continúa siendo, que ha acudido a usos del lenguaje de otros dominios y esto por supuesto, ha generado la ambigüedad conceptual en la que se debate la psicología,  convirtiendo casi todos sus fenómenos en una metáfora.

Para la delimitación de su objeto de estudio, la psicología usó primero lenguajes de uso en la filosofía, luego usó el lenguaje de uso en las prácticas religiosas, y con el desarrollo de las ciencias, hizo uso de los lenguajes de la física, de la química, de la biología, y en tiempos recientes, de los lenguajes de la economía y de las ciencias de la información. Se puede afirmar que la psicología hasta la fecha no ha construido un lenguaje de uso propio. Una de las pocas excepciones es el trabajo de Skinner.

Un ejemplo de lo anterior es el concepto de aprendizaje, cuyo uso más amplio viene de la filosofía, específicamente del uso que le dio el empirismo, al referirse a éste como adquisición de conocimiento, con el agravante que el empirismo usó el concepto de conocimiento  en el contexto cartesiano.

Ahora, para ubicar el concepto de aprendizaje en el contexto cartesiano, se debe tener presente que Descartes se refirió al conocimiento como un reflejo de la realidad y así, el reflejo se constituyo en el lenguaje de las cosas; o, en la terminología de Pavlov, el segundo sistema de señales. Obsérvese, que pueden darse reflejos “falsos”, por lo que se requiere encontrar los criterios que permitan discernir entre los verdaderos reflejos de la realidad y los falsos reflejos de la realidad, o, las proposiciones con sentido y sin sentido del positivismo lógico, de ahí salió el criterio de verdad por correspondencia. En este contexto, el concepto de aprendizaje cuando pasó a la psicología, continúo con los usos filosóficos más que como concepto útil a la investigación en psicología. La carga cartesiana se encuentra hoy en lo que algunos llaman “aprendizaje significativa”.

Otra amplia variedad de usos del concepto de aprendizaje, viene de la administración educativa, dado que los establecimientos educativos; incluida la universidad, se dedicaban a administrar y distribuir el conocimiento. De ahí, el concepto de aprendizaje adquirió los usos de didácticas y de pedagogía como modos de adquisición y trasferencias del conocimiento.
Cuando la psicología habla de aprendizaje, no encuentra un lenguaje que lo identifique como fenómeno psicológico y que por lo tanto, sea útil a la investigación de los fenómenos psicológicos referidos al aprendizaje.

Un lenguaje, como dice Wittgenstein, es un modo de vida, y se construye en las prácticas sociales cotidianas. En este contexto, un lenguaje que tenga uso propio en la psicología debe recuperar los usos primarios mediante los cuales una comunidad discrimina un conjunto de fenómenos como distintos de otros, y le asigna la propiedad de fenómenos psicológicos. Una vez hecha esta primera delimitación se procede a una elaboración mas sistemática y a la elaboración de una taxonomía más elaborada de los fenómenos y que se realiza de forma más sistemática en escenarios de laboratorio, que ayudan a establecer usos del lenguaje (tal vez por esto, se privilegió  el operacionalismo como un medio de dotar de sentido a  los conceptos).

La tarea de tener un lenguaje auténtico, del cual haga uso de modo inequívoco una comunidad científica, comenzó con los griegos y principalmente con Aristóteles, quien se refirió a lo psicológico con el concepto de Alma, entendida como “los actos de un cuerpo que tiene vida”, se entiende que los actos no son sucesos de un cuerpo, son aquello que hace la distinción de lo vivo respecto de lo inerte, eso, a lo que hoy llamamos experiencia, conducta, incluso consciencia, solo que de ocurrencia real, no trans- espacial. Sin duda, con este referente están de acuerdo casi todos los psicólogos.

Si como psicólogos asumimos esta delimitación, nuestra labor científica se deberá orientar a sistematizar y establecer un sistema explicativo de la característica de los fenómenos interaccionales  en los que se involucran los seres vivos.

Ahora, dadas las características actuales de la psicología; diversidad disciplinar por un lado y dispersión profesional sin coherencia disciplinar, parece urgente recomponer el campo y para eso podría ser útil tener una categoría para los problemas disciplinares, esto es, constituir una micropsicología, y para lo profesional, constituir una categoría macropsicología, donde esta última recoja los problemas relacionados con los modos de usar el conocimiento científico, que se encargue de usos legítimos del conocimiento disciplinar, de lo que algunos llaman la apropiación social del conocimiento, en fin al cabo, la psicología tuvo su origen en el contexto de las ciencias prácticas- la política y la ética.

Tiberio Pérez Manrique
Referencias


Pawlik, K. (2008). What psychology can learn from its history? Advances in Psychological     Science. 16, 6, 833-843.