“…la idea darwiniana de que la aparición, la evolución, el
refinamiento progresivo de estructuras cada vez más intensamente teleonómicas,
es debido a perturbaciones sobrevenidas a una estructura poseyendo ya la propiedad de invariancia , capaz por consecuencia
de <conservar el azar> y por ello de someter los efectos al juego de la
selección natural” (Monod, 1993, p. 35).
“Por otra parte, el progreso de la neurofisiología y de la
psicología experimental comienzan a revelarnos al menos algunos de los aspectos
del funcionamiento del sistema nervioso. Lo bastante para que sea evidente que
el sistema nervioso central no puede, y sin duda no debe, expedir a la
consciencia más que una información codificada, transpuesta, encuadrada en
normas preestablecidas: es decir, asimilada y no simplemente restituida”
(Monod, 1993, p. 47).
Las citas anteriores han sido tomadas del libro El azar y la necesidad de Jacques Monod.
Este libro hace un análisis de cómo se puede hacer ciencia sin necesidad de
apelar a conceptos finalistas, los hechos se pueden explicar sin la necesidad de hacer
uso de causas finales y meno por causas trascendentales con implicaciones
teológicas. Sin embargo, es muy común que este tipo de explicaciones se
presenten reiteradamente en la psicología, como cuando se afirma que la función
del cerebro es la de pensar, o hacer significativa la realidad mediante una
representación simbólica de la esta. Esto resulta de invertir la invariancia
con los efectos, como sucede con las explicaciones animistas primitivas, es
decir, el suponer que los efectos tienen el fin de conservar la invariancia,
cuando los efectos son más bien el resultado impredecible de ésta. Por ejemplo,
es como si se quisiera explicar una cámara fotográfica por las fotos que toma,
o explicar las fotos tomadas, por los mecanismos de la cámara: si bien la
cámara cuenta con mecanismos que toman fotos, las fotos mismas son impredecibles
desde la cámara, son inexplicables desde los mecanismos de la cámara.
En psicología, el concepto de contingencia recoge muy bien los de
azar y necesidad. Las contingencias configuran invariancias que en su conjunto
nos permiten hablar de un organismo, de un sujeto, o de una ser de razón. Las
invariancias se objetivan en las realizaciones, en las acciones para el caso
(efectos posibles), así que los sucesos psicológicos quedan explicados cuando
precisamos las contingencias que delimitan la ocurrencia de las acciones. Pero
cuando explicamos un suceso psicológico poniendo como causa una entidad mental
o cognoscitiva, no se hace cosa distinta que dar una explicación animista,
apelar al Dios de la lluvia para explicar la lluvia.
En ocasiones anteriores me he referido a que el origen del
conocimiento debe buscarse en las invariancias histórico sociales del hombre e instanciadas
en el lenguaje mas que en invariancias del cerebro, lo que nos previene de
apelar al Dios cognoscitivo para explicar las relaciones que los humanos
mantienen con el ambiente, con otros, o consigo mismo gracias al lenguaje.
Tiberio
Pérez Manrique
Referencias