domingo, 6 de mayo de 2012

¿Estamos preparados para abandonar nuestra preciada mente?


“Our basic claim is that biological thinking about heredity and evolution is undergoing a revolutionary change. What is emerging is a new synthesis, which challenges the gene-centered version of neo-Darwinism…we will be arguing that: There is more to heredity than genes” (Jablonka y Lamb, 2005).

  Una de las mayores dificultades conceptuales, por las que ha atravesado la psicología, continúa siendo la del dualismo mente - cuerpo. Aunque este no ha sido un problema exclusivo de la psicología, sí es en ésta en donde se ha resistido a una solución científicamente productiva. Los psicólogos, y mucho menos la gente del común, nunca han estado dispuestos a abandonar sus preciadas mentes. Muchas veces, categorías analíticas, o campos de trabajo que en principio parecen distantes, han encontrado formas de relacionarse de forma coherente; tal es el caso de la geometría analítica (geometría y algebra), neo-Darwinismo (selección natural y genética). Sin embargo, no es este el caso de uniones ilegitimas como cognitivo – conductual, que más resulta ser una unión de conveniencia social que de relaciones productivas, más bien constituyen una figura retórica conocida como oxímoron.

  El problema de las relaciones mente-cuerpo, parece continuar sin solución, no obstante que hace ya varios años Ryle (1949), se refirió a éste, como un problema debido a un “error categorial”. Pero al parecer, el constructo que la edad media hizo de lo psicológico, al transformarlo en la idea de un alma trascendental,  sirvió de base para toda una concepción de naturaleza humana. De estudiar esta naturaleza humana se le encargaría luego a la ciencia, a la psicología, y a la biología, principalmente. Las ciencias que asumieron este encargo, también asumieron los supuestos metafísicos con los que la religión había dotado a la naturaleza humana, como era la de que el hombre traía ya impreso un destino, y el papel de la razón y del conocimiento era el de descifrar tal destino. La biología es otra de las ciencias que asumió este supuesto, al colocar en los genes la naturaleza humana; se trata ahora de leer en los genes, ¿qué hay dispuesto en ellos para cada ser vivo? (Wilson, 1978; Pinker. 1997).

  Tal vez, en la biología, el problema se originó, como dice Jablonka y Lamb, en el haber enfatizado que el único producto de la selección natural es variabilidad genética. Y esto es así, porque tampoco la biología pudo escapar a los constructos trascendentales, tan es así, que se interpreto a la teoría de la evolución, como si la selección operara para seleccionar organismos; a la manera que lo haría un entrenador de futbol, que selecciona sólo individuos, sin tener en cuenta en dónde jugarían, o como lo haría un seleccionador de caballos, quien no considera qué uso le daría a los animales que seleccione.

  Quizá es tiempo de recuperar las ideas de Aristóteles, quien consideró que lo que hacia la distinción entre un ser inerte y un ser vivo, era su posibilidad de entrar en relación - su propiedad relacional -, como algo distinto de seres herméticamente cerrados. Esto implica, que para hablar de adaptación, hay que hacer énfasis en el aspecto relacional de los seres vivos y como tal, la unidad de análisis de lo adaptativo debe ser las relaciones que los organismos establecen con el medio ambiente, las cuales en su conjunto constituyen una forma de vida. La unidad de análisis no debe ser una mente que interpreta el ambiente con el propósito de adaptarse a éste, además porque las mentes como entidades cerradas no pueden hacer ningún tipo de interpretación.  

  Si abandonamos nuestra preciosa mente, y nos centramos en el análisis de las distintas formas de vida en las que viven los distintos organismos, incluido el conocimiento como forma de vida y de convivencia, tal vez, el conocimiento científico empiece a jugar un papel más efectivo, más congruente, más coherente, y nos permita ahora si, desde los propios hechos, definir mejor eso que los humanos construyen y de lo que luego hablan como si hubiera existido siempre – la naturaleza humana.
  
  Sin embargo, habrá que preguntar, ¿están los hombres dispuestos a desprenderse de su más preciado valor, su mente? No parece, cómo dejar de hablar de las mentes superiores, de las eminencias, de las mentes brillantes, a nombre de las cuales se ejerce poder sobre otros, se legitiman absurdos. ¿Por qué estudiar miserables formas de vida, si solo las mentes superiores serán seleccionadas?
Tiberio Pérez Manrique
Jablonka, E. & Lamb, M. J. (2006). Evolution in four dimensions. Cambridge: The MIT Press.
Pinker, S. (1997). How the mind works. New York: W.W. Norton & Company.
Ryle, G. (1949). The concept of mind. New York: Barnes & Noble.
Wilson, O. E. (1978). On human nature. Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press

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