“La ética, en la medida
que surge del deseo de decir algo sobre el sentido último de la vida, sobre lo
absolutamente bueno, lo absolutamente valioso, no puede ser una ciencia. Lo que
dice la ética no añade nada, en ningún sentido, a nuestro conocimiento. Pero es
un testimonio del espíritu humano…” (Wittgenstein, 1997, p. 43).
Wittgenstein, dice
además, que cuando hablamos de “valores” lo que pretendemos es ir más allá de
los límites del lenguaje. Ahora, lo que si sucede es que cuando hablo de algo
valioso lo hablo en sentido relativo, es decir que lo hago con relación a algo
o algún criterio, como cuando digo que esta marca de carros es buena, o que
este es un buen jugador, o que su ayuda fue muy valiosa. Pero en casos como
estos no se trata de una cualidad que trascienda la realidad, sino de algo que
se puede contrastar.
Sin embargo en una
cultura dualista, se pretende que lo valioso trascienda la realidad. Es decir,
que se arremete contra los límites del lenguaje, siendo que éste no es más que
una forma natural de relación con otros. Por ejemplo, cuando digo que la vida
es valiosa, no es diferente de cuando digo que esta es una buena silla. Lo que
se ha hecho aquí, es recuperar las funciones de la categoría analítica “bueno” o
en términos de Wittgenstein, jugar el juego de lenguaje “bueno”.
En un episodio verbal,
se distinguen, para asuntos analíticos, los siguientes elementos: el hablante -o
referidor-, el escucha o referido- y el referente. El hablante y el escucha, se
afectan o “comunican” bidireccionalmente mediante medios convencionales que se
han establecido a través de una historia de relaciones. Aquí, una relación
constituye el sentido de lo que se dice, o lo que conocemos como significado.
Las formas de influencia se amplían cuando la interacción está mediada por el
referente, puesto que el referente permite desligar la acción verbal de la
situación y justamente el uso de referentes es el que posibilita la creación de
entidades trascendentales como”: “cielo”, “infierno”, “bueno”, “malo”,
“terrorista” u otros por el estilo.
Por ejemplo, cuando se
dice que si alguien le causa la muerte a una persona, se irá al infierno,
pretendemos influir en el otro mediante referentes, en este caso el “infierno” y que en su forma no es diferente
de “si tocas esta cuerda recibirás un choque eléctrico”. La diferencia radica
en que la interacción con el choque eléctrico es una interacción “natural”, y
que difiere de una interacción en la cual alguien “tortura” a otro usando
choque eléctricos. Ésta forma de relación obedece a una forma
convencionalizada, o formas de relaciones que un grupo de personas ha
legitimado – a los malos se les debe tratar de esta forma-, pero como se dijo
antes, los “malos” no es más que un uso relativo del lenguaje, y que para el
caso no es más que un discurso que violenta los límites del lenguaje, con el
agravante que empodera a los usuarios del discurso “a los malos se le debe
tratar de esta forma” y que tradicionalmente se conoce como discursos
ideológicos. Es decir, que son discursos que desde ellos mismos se consideran
los más “valiosos”.
Tiberio Pérez Manrique
Referencias
Wittgenstein, L. (1997). Conferencia sobre ética. Barcelona: Paidós
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