domingo, 24 de febrero de 2013

La felicidad: una perspectiva de la experiencia vital

"What an individual knows is what the individual does and truth may only have meaning within the context of the action. The actions of those interested in psychology may be made somewhat durable when systems are permanently constructed of verbal stimulus products which specify the assumptions out of which of practices follow”. (Hayes, 1993, p. 48).

Una actividad intelectual, trátese de actividades artísticas, científicas, literarias, políticas e incluso actividades religiosas, se fundamentan en una perspectiva de la experiencia vital. En el lenguaje de quienes trabajan con imágenes, se dice que una perspectiva de la realidad se establece desde el lugar en que se coloca la cámara, incluso, una fotografía no representa una realidad independiente, se trata más bien de la mirada del fotógrafo. Una perspectiva fija un horizonte de lo posible, desde la potencia; para usar los conceptos aristotélicos. Resulta interesante, que para fijar una perspectiva se requieran varios puntos; contar con uno sólo no nos permite visualizar un horizonte.

Wundt estableció como horizonte para la psicología, el estudio de la experiencia, solo que la conceptualizó bajo una mirada dualista del mundo y en este contexto, la experiencia se entendió como conocimiento, entendido éste como una entidad distinta de la realidad, e incluso distinta al mismo organismo, (interna al organismo). Se trató de estudiar la experiencia vista desde ella misma.

William James,  parte del supuesto de que solo existe una materia en el mundo, una materia de la que todo está compuesto “pura experiencia”, supuesto éste al que se le conoce como empirismo radical. Esta experiencia, lejos de ser el producto de una mente, y que tiene como función representar la realidad, es más bien, en el sentido aristotélico, la función de los organismos vivos – su alma-. La vida es un “flujo de experiencia”, de actividad vital. James, le propuso a la psicología dar cuenta de esta actividad llamada experiencia. Para cumplir con esta tarea, se debió esperar a que Skinner propusiera el concepto de contingencia, como un método de orientar la experiencia y dar cuenta de ella al conceptualizarla como funciones conductuales.

Las contingencias, organizan la experiencia vital y crean una perspectiva de vida. La experiencia como experiencia simplemente “es”. Y,  es mediante las contingencias que la experiencia adquiere un tono, un significado, un modo u otro de los tantos atributos que se usan para definir lo psicológico; por ejemplo, puedo tener una experiencia resultante de la muerte de un familiar, pero la función que esta experiencia adquiera, depende de la historia contingencial que tenga dicha experiencia, ésta no viene unida automáticamente a “quitarse la vida”  por ejemplo.

El comportamiento verbal, surge también como experiencia, que resulta de las interacciones con los otros, interacciones que llamamos sociales, porque su modo de organizarse tiene su origen en la historia de relaciones entre los seres vivos; es decir, resultan de una historia de contingencias, mediante las cuales se ha construido una perspectiva de las interacciones entre organismos. Estas interacciones han configurado diversos modos de relaciones tales, como relaciones de poder, relaciones de sanción, relaciones de afecto, relaciones de cooperación y muchas otras más.

En los humanos, las interacciones sociales median la mayoría, si no todo tipo de experiencia, por ejemplo, cuando se habla de “depresión” no se está delimitando una entidad depresiva. Con la palabra depresión, nos estamos refiriendo a distintas experiencias vitales que contingencialmente están organizadas como relaciones depresivas, como lo ha hecho explicito la Psicoterapia  Analítico-Funcional – FAP-.

El lenguaje, como lo considera Wittgenstein,  solo tiene sentido si se comprende como un modo de vida, como una perspectiva de los asuntos humanos, de sus creencias, de sus valores, de lo correcto, de lo ético, de sus relaciones con los otros, de las relaciones que enferman. Un lenguaje, no pone al descubierto entes trascendentes, es más bien una práctica social; incluso cuando decimos que algo no tiene sentido, estamos hablando de una práctica social. O cuando hablamos de “falso conocimiento”,  esto sólo puede entenderse como un modo de influencia social. Del conocimiento como un acto vital, se puede predicar que establece una perspectiva, sin que implique verdad o falsedad, sólo es un punto de vista.
Tiberio Pérez Manrique

Hayes, L.  J. (1993). Reality and Truth. En S. C. Hayes, L. J. Hayes, H. W. Reese , & T. R. Sarbin (Eds.), Varieties of scientific contextualism (pp.  35-44). Reno, N.V: Context Press.

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