“Where this
will lead, whether to the dismemberment of psychology (long since predicted by Dunlap, 1938, and others) or to
a revivification of psychology, we cannot
yet say.” (Leary, 1990, p. 22).
William James (1892) se planteó la necesidad de hacer de la psicología
una ciencia natural, cuyos objetivos fueran comunes con los de las demás
ciencias ya establecidas; como la física o la biología prototipos de ciencia
para esta fecha. Se quejó de la psicología, considerando que ésta sólo era un
conjunto de descripciones fenoménicas, chisme y mitos. Observaciones similares
a las de James, se han seguido escuchando en tiempos reciente, por ejemplo
Skinner comentó, que un estudiante de bachillerato sabe actualmente más de la
naturaleza que lo que pudiera saber el más destacado científico griego, y se
queja de que no ocurre lo mismo con la psicología; si Aristóteles leyera un
libro actual de psicología, no tendría mayores problemas en comprenderlo.
Es urgente que la psicología en su pretensión de ser una ciencia
productiva resuelva aspectos como los siguientes: necesita revisar su
credibilidad, establecer criterios mediante los cuales pueda alcanzar su
coherencia interna (en lo disciplinar y en lo profesional) y en especial, debe
poner atención al análisis conceptual, para eliminar la ambigüedad conceptual
que la caracteriza hoy. ¿O tendremos que
convivir con la ambigüedad?
Psicólogos como Machado y et al. (2000), consideran que la psicología
tiene un grave problema de credibilidad, porque ha prometido más de lo que
realmente ha dado. Igualmente, consideran que si la ciencia se caracteriza por
sus realizaciones más que por su método, entonces la psicología no ha cumplido
con la promesa de ser una ciencia. Schlinger (2004) sugiere, que el problema de
credibilidad radica en que la psicología ha producido muy pocos
descubrimientos, y que esto es así, porque continúa usando conceptos que no le
han permitido dar explicaciones satisfactorias para los hechos que pretende
explicar, resultado del y énfasis en el
uso de conceptos referidos a una conceptualización pre-científica de lo
psicológico, tales como el uso de términos ontológicos de carácter mentalista,
con los que especularon los filósofos cuando hablaban de lo psicológico. Pero
también debido al uso de un lenguaje de objetes, el que parece no ser adecuado
para tratar con lo psicológico, ni conceptualmente ni metodológicamente (e.g.,
en lo metodológico obliga al científico a buscar un objeto psicológico de
dimensión espacial, dando origen a controversias de lo observable o no de los
fenómenos psicológicos).
Un aspecto que es necesario hacer visible, se relaciona con el hecho
de que las explicaciones y conceptos psicológicos no han superado las
explicaciones nominalistas medievales, que confundieron la descripción y las
explicaciones que se dan de la realidad con la cosa descrita, e.g., se dice o
describe la conducta de una persona con conceptos de inteligencia, habilidad, agresión
y ahora entonces se da por supuesto que la inteligencia y demás, existen como
una propiedad de la cosa descrita; es como si por el hecho de describir un
objeto en términos matemáticos el objeto ahora tuviera propiedades matemáticas,
se sabe que existen los objetos matemáticas con sus respectivas propiedades y
por esto hay una ciencia de las matemáticas.
El uso de estos términos en la psicología le ha impedido también
establecer una relación más productiva
con otras ciencias. Estos usos conceptuales se han convertido en un obstáculo
para el desarrollo de un método que le permita a la psicología sistematizar sus
datos de una manera más efectiva, y ante la falta de una metodología propia,
ésta se ha remplazado por las inferencias estadísticas. Como resultado de todo
esto, la psicología carece de cohesión entre sus distintas especialidades; es
más, cada una de ellas parece tener un objeto distinto y en muchas ocasiones,
las estrategias de abordaje son inconmensurables. Aunque algunos como Viney
(1996) no le ven mayor problema a la falta de cohesión de las especialidades,
pues argumentan que esto mismo sucede con otras disciplinas, sin embargo es
necesario aclarar que una cosa es la división del trabajo y otra cosa es la
fragmentación disciplinar; aunque, si bien es cierto que hoy la ciencia misma
ha generado unos criterios de validez científica transdisciplinar o
profesional, solamente su unidad disciplinar permite comprender y dar
significado al conjunto de fenómenos que identifica a cada disciplina, e igualmente
sólo la identidad disciplinar permitirá una práctica profesional coherente.
La fragmentación de la psicología se origina desde el momento mismo en
que se definió a la psicología como el estudio de la experiencia, la
consciencia, el inconsciente, la mente, la conducta y no se establecieron los
criterios de delimitación de cada uno de estos objetos, como tampoco se
establecieron la diferencias conceptuales que pudieran existir entre cada una
de ellas. Es este, uno de los problemas a resolver de forma inmediata.
Es curioso, que
los libros de psicología general den por hecho que los objetivos de la
psicología como disciplina sean el de explicar o comprender, predecir y
controlar la conducta, pero no precisen de igual forma los objetivos cuando se
refieren a la psicología como una ciencia de la mente.
Los griegos,
con el propósito de orientar las acciones humanas, desarrollaron la psicología
como un área de conocimiento y se le
encargó de esta materia. Así mismo, entendieron que una apropiada orientación
de la acción dependía de su conocimiento y de su comprensión. En este orden
hoy, la comunidad de psicólogos parece concluir que no es ni práctico ni
conveniente ponerle fines absolutos al hombre, o tener una descripción final y
absoluta de la naturaleza humana. Ha entendido también que la comprensión de la
naturaleza humana se circunscribe a modos y criterios que se han desarrollado
en la historia sociocultural del hombre. En esta historia, tal vez se ha
perdido de vista que si bien los fines son diversos, distintos para cada
individuo y para los distintos contextos culturales, los modos de comprensión
por su naturaleza convencional pretenden tener un carácter universal, como
puede ser una ecuación matemática, que si bien no es aplicable a todo objeto,
su lógica sí se puede comprender universalmente.
Tiberio Pérez Manrique
Referencias
Dunlap, K.
(1938). The impeding dismemberment of
psychology. Unpublished manuscript, Knight
Dunlap Papers, Box M570.2, Archives of the History of American Psychology,
Akron, OH.
James, W.
(1892). Psychology: A briefer course.
Nueva York: Longmans. Green.
Leary, D. E. (1990).
Metaphors in the history of psychology. New York: Cambridge University Press.
Machado, A., Laurenco, O. & Silva, F. J. (2000).
Facts, concepts, and theories: The shape of psychology’s episteme triangle. Behavior and Philosophy, 28, 1-40.
Schlinger, H.D. (2004).
Why psychology hasn’t kept its promises. The Journal of Mind and Behavior25,
123–142.
Viney,
W. (1996). Disunity in psychology and other sciences: The network or the block
universe? The Journal of Mind and
Behavior, 17, 31– 44.