“…durante los pasados 30 años, yo he
publicado 25 ensayos o capítulos de libros
sobre educación. ¿Qué probabilidades hay de que todavía diga algo que no
he expresado ya”? (Skinner, 1991, p. 115).
La globalización, o mundialización de la cultura, ha
impactado a todas las instituciones y especialmente, a las instituciones
educativas en sus diferentes instancias y modalidades, en sus estructuras
administrativas, en sus políticas, en sus currículos, en las formas de
distribución de sus producciones y servicios, en sus alcances, en sus niveles
de pertinencia (UNESCO, 1997). En
Colombia se han venido dando debates intensos
con respecto a estas temáticas, especialmente desde la universidad. Entendiendo
que la universidad se enmarca dentro de lo que se conoce como un “bien
público”. Bresser-Pereira y Cunill (1998),
delimitan el bien público, como aquello que se orienta hacia el interés
general de los individuos y sus familias. Esta idea, aplicada al análisis de la
educación, tiene su historia en Aristóteles (330 a. C./1996), quien se refiere
a la educación en los siguientes términos: “… puesto que en todas las ciudades
es uno el fin, es manifiesto que la educación debe ser una y la misma para todos
los ciudadanos, y que el cuidado de ella
debe ser asunto de la comunidad y no de la iniciativa privada” (p. 225).
A riesgo de ser repetitivos, y dado que pareciera que todos
los “males, carencias y limitaciones” que padecen los integrantes de una sociedad,
se le achaca a la educación de mala calidad que estos han obtenido en su paso
por la escuela, parece necesario entonces, delimitar las funciones y las
responsabilidades que pueda tener un sistema educativo en la configuración de
ciudadanos virtuosos, para usar los términos aristotélicos.
En la Grecia antigua, la escuela era el nombre que se usaba
para referirse al lugar donde la gente se reunía para hablar y compartir sus
experiencias. Y me parece que es pertinente recuperar esta historia, claro,
poniendo al día el concepto, principalmente dándole un uso mas allá de su uso
como charla cotidiana. Hoy, cuando vemos a unas personas charlando animadamente
en una cafetería, no decimos que esto sea una escuela. Más bien, la escuela ha
tomado el uso privilegiado y único, de
escenarios para la apropiación de experiencias y el análisis de su valor como
praxis propiamente humana. Esta praxis es la que han dado origen a la cultura y
se han formalizado en instituciones, entendiendo aquí lo institucional como los
modos de relación, bien con lo fisicoquímico, bien con otros seres vivos e
incluso con nosotros mismos, y que se mantienen como prácticas altamente
valoradas porque al asumirse nos ha permitido una vida exitosa. Para los
humanos, esta vida exitosa no sería posible sin el desarrollo de unas prácticas
verbales que coordinen los distintos
modos de interacción; de otra forma como seria posible hacer cosas que nos
parecen tan sencillas como cuando alguien dice –abre los ojos-
¿Cuáles han sido los aportes del Análisis de la Conducta a
estas prácticas exitosas?
A continuación presentaré algunos aspectos que pueden
resultar útiles cuando se habla de calidad de la educación.
1.
La
escuela como escenario para el intercambio de experiencias: Quizá aquí esté uno
de los mayores aportes y desarrollos del análisis de la conducta,
principalmente a partir de haber asumido la propuesta de Wittgenstein,
relacionada con los juegos de lenguaje, que alejó al análisis de la conducta de
los tratamientos mentalistas que se le daban a temas como pensamiento y lenguaje,
y a cambio, se traslado el problema al estudio de las practicas sociales. Se
entendió por ejemplo, que comprender un asunto, va más allá de deletrear
palabras, o que esto ocurre como un proceso “autista”; las palabras sólo son
útiles, o dicen algo, si coordinan el hacer. Y por lo tanto el uso de un
lenguaje tiene distintos alcances (juegos del lenguaje) en la medida que su uso
permite diferentes haceres. El hablar que sucede en la escuela entonces es un
hablar que tiene sentido al interior de una comunidad que cuenta con una
práctica social regulada y que se constituye en su estándar de calidad (las
comunidades científicas).
2.
En
el punto anterior se habló de la escuela como episodios de habla, pero no se ha
abordado el escenario como tal. En los tiempos de Aristóteles, no se había
desarrollado el concepto de laboratorio. Pues bien, este no corresponde a algo
distinto de las prácticas del habla, sólo que se trata de un “juego de
lenguaje” altamente especializado, principalmente dispuesto para lo que hoy se
conoce como innovación y creatividad. Esto implica que la creatividad y la
innovación no es un sustantivo inherente a unos sujetos catalogados como
“genios”. Mas bien, se trata de cambios
planificados, es decir, se trata de establecer criterios de lo que es
posible, tal vez por esto, la mayoría de lo que conocemos como leyes
científicas resultaron de trabajos en escenarios de laboratorio. Por lo tanto,
los laboratorios no pueden limitarse a meros ejercicios paradigmáticos, pues
ellos deben responde a delimitar -lo que
es posible. Sin estos escenarios, tendríamos que conformarnos con la experiencia
de la vida cotidiana y el “serendipity” como modos de actualizar las prácticas
sociales. Por eso, el análisis de la conducta, no tendría mucho que decir si no
fuera por el Análisis Experimental de la Conducta. En otro lugar he sugerido,
que el análisis experimental de la conducta se parece un poco a la invención de
una melodía, pues si bien el sonido es un hecho natural (al igual que la
conducta). La integración de los sonidos en distintos ritmos, es un asunto que
requiere de arreglos contingenciales.
3.
De
los escenarios de la escuela a la vida cotidiana. Nuevamente, el análisis de la
conducta ha aportado conceptualmente, de manera efectiva y amplia, a través de
lo que se conoce como análisis conductual aplicado. Lo que se hace en un escenario educativo sería
de poco valor si se quedara solo allí. Esto es comparable al hecho de que
aparezca en un organismo un rasgo que mejore su éxito reproductivo, si esto es
así, es de esperar que este rasgo sea transferido a la mayoría de los miembros
de la especie, es decir, el rasgo pasa a formar parte de la filogenia de la especie.
Con la educación pasa lo mismo, solo que las prácticas de la escuela pasan a
todo el grupo cultural a través de productos, servicios, modos de actividad, es
decir como una forma de vida. Ahora, lo que ha sucedido es que hemos asumido la
educación como entrenamiento en morfologías de la conducta (competencias). Y no
hemos visto a la educación como parte de una práctica social, como un modo de
vida, por lo general se asume que la educación finaliza cuando se termina la
universidad o se obtiene un título.
4.
Finalmente,
y para no extendernos, se puede decir que siendo la educación básicamente una
práctica que toma forma como lenguaje, el lenguaje se constituye en la “moneda
virtual”, diríamos hoy, de todo intercambio social y esto la enmarca en las
relaciones de poder y se constituye en un acto moral y como tal de reflexión
ética.
Tiberio Pérez Manrique
Referencias
Bresser-Pereira,
L. C. & Cunill G. N. (1998). Entre el Estado y el mercado : lo público no
estatal. En: Lo público no estatal en la
reforma del Estado: Buenos Aires: Paidós, CLAD.
Skinner,
B. F. (1991). El análisis de la conducta:
Una visión retrospectiva. México, Limusa.
UNESCO. (1997). Learning: The treasure within. Report to UNESCO of the international
commission on education for twenty firs
century. UNESCO
PUBLISHING.
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