“The
object of knowledge and the instrument of knowledge cannot legitimately be
separated, but must be taken together as a whole”… “Esto escribe P. W.
Bridgman en el artículo sobre la actitud epistemológica de Niels Bohr. Jamás
podremos satisfacer plenamente el
requisito de objetividad formulado con tanto énfasis por Monod: Ello sólo será
factible en la medida en que podamos discernir como naturalistas la acción
reciproca entre el sujeto investigador y
los objetos de su investigación” (Lorenz, 1980, p. 12).
“La objetividad, sin embargo, nos obliga a reconocer el caracter
teleonómico de los seres vivos, a admitir que en sus estructuras y performances realizan y prosiguen un
proyecto. Hay pues allí, al menos en apariencia
una contradicción, que se trata de resolver si es que no es más que
aparente, o de declararla radicalmente
insoluble si así verdaderamente resulta ser” (Monod, 1984, p. 31).
Las dos citas previas hacen énfasis en
que para comprender una actividad tan cercana y propia de los seres vivos y
principalmente de los humanos, como es el conocer, es necesario reconocer que
los objetos de conocimiento y el conocimiento mismo, requieren estatutos
ontológicos y epistémicos diferentes. En las citas previas se le reconoce como
objetos de conocimiento e instrumentos de conocimiento por una parte, o
estructuras y performances por otra, y que requieren criterios de delimitación que
permitan una orientación diferencial respecto del conjunto de cosas que cada
uno de los criterios delimita. De esta necesidad ya se había percatado Leibniz,
cuando se refirió a existencia y episteme, como dos asuntos distintos,
solo que para esa fecha, los criterios de diferenciación se enmarcaron en la
concepción dualista heredada de la edad media.
Hoy la ciencia ha abandonado el
dualismo – Materia – Espíritu, y asume que la realidad tiene una única naturaleza
y su diferenciación se establecen en los modos como nos aproximamos a ella. Las
distintas aproximaciones constituye matrices disciplinares, que se reelaboran
de modo continuo conforme se desarrolla la investigación. Tanto la realidad
como los modos como nos aproximamos a ella, no constituyen naturalezas
distintas de la realidad.
Los modos de aproximarnos a la
realidad, han constituido campos de la filosofía, de la psicología, de la
sociología y de la antropología principalmente. Estas disciplinas han puesto en
claro, como los modos de aproximación a la realidad sirven de base para la
comprensión y análisis de cualquier realidad. Estos modos de comprensión y
análisis, se suceden en dos contextos distintos; uno temporal y otro social. La
escala de los sucesos de la realidad es el presente, pero su análisis ocurre en
un tiempo siguiente y los instrumentos de análisis son elaboraciones
convencionales (o lo que en una concepción dualista se conoce como “símbolos”).
Si no fuera así, tendríamos que admitir la propuesta de Leibniz de armonía
preestablecida, entre existencia y episteme, y por lo tanto, también la
imposibilidad de separar objeto de instrumentos de conocimiento (i.e. como si
el conocimiento de las neuronas emergiera de las mismas neuronas).
Si bien las formas de aproximación a la
realidad es una propiedad de los seres vivos, y a lo que los antiguos llamaron
alma, las aproximaciones más elaboradas se inician cuando el hombre configura
grupos sociales y aparece una forma distinta a los sistemas nerviosos, como
forma de coordinación de la acción -el lenguaje-. El lenguaje permitió el
análisis de la realidad. Es por esto que la ciencia se desarrolla en la
historia reciente del hombre, se requería que los instrumentos conceptuales
adquirieran una mayor refinación. Hacer distinción entre realidad e instrumentos de análisis nos ayuda a evitar
discusiones poco útiles como, si la causa es parte de la realidad o es un
instrumento de análisis, o si la probabilidad es un modo de ocurrencia de los
sucesos o es un instrumento de análisis útil para dar cuenta de la ocurrencia
de ciertos sucesos.
Para concluir, el análisis de la
realidad se realiza mediante la abstracción de los modos de aproximación a la
realidad, esta abstracción ocurre en las distintas comunidades que configuran
lo que Wittgenstein denomino como “juegos del lenguaje”, y en estos juegos, se
incluye el juego de la ciencia. Es decir que sin comunidad científica, no tiene
sentido hablar de ciencia.
Tiberio Pérez Manrique
Lorenz, K. (1974). La otra
cara del espejo: Ensayo para una historia natural del saber humano.
Barcelona. PLAZA & JANES, S.A.
Monod. J. (1993). El Azar y la necesidad. México, D.F.
Planeta-De Agostini, S.A.
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