El “Diagnostic and Statistical
Manual of Mental Disorders (DSM-5)”, se
publicó en Mayo de este año, y en el, una de las categorías diagnósticas
comprende los Trastornos de Personalidad (TP), y se incluye aquí el trastorno
psicopático. Las siguientes son algunas de sus características descritas en el
manual:
“Descripción de las categorías
diagnósticas de los TP en el borrador del DSM-V
a) Trastorno antisocial/psicopático
…las personas que coinciden con el tipo
psicopático son arrogantes y egocéntricas, buscan el poder sobre los demás y
los manipulan o se aprovechan de ellos con el fin de infligir daño o para
lograr sus objetivos. Son insensibles y muestran poca empatía con los demás, a
menos que éstos sean coincidentes con sus intereses. Muestran desprecio por los
derechos, propiedades o seguridad de los demás, y no sienten culpa o
remordimientos por el daño que causan. Pueden actuar de manera agresiva o
sádica hacia los demás en pos de sus intereses personales y parecen obtener
placer o satisfacción al dominar, humillar o degradar a los demás. También
tienen encanto superficial y capacidad de agradar cuando conviene a sus
propósitos. Demuestran pocos principios morales convencionales y tienden a
negar la responsabilidad de sus actos y a culpar a otros de sus propios
fracasos y defectos” (Esbec y Echeburúa, 2011, p.7).
Tal vez, algunos se pregunten, sobre el
por qué de este tema en un blog de Análisis de la Conducta. La respuesta se
fundamenta en que: una ciencia de la conducta debe poder explicar mediante sus
leyes, los sucesos particulares, sin caer en la ambigüedad de convertirse en
una práctica de lo particular. El DSM-V, ha mostrado su utilidad como modo
taxonómico de las llamadas conductas “desviadas” de la norma, y tal vez, así
como el sistema de taxonomía de Linneo facilitó el trabajo teórico de Darwin,
el DSM-5 facilite el trabajo conceptual de la psicología.
Es obvio que las leyes de la física deben
explicar sucesos particulares como la ocurrencia de un accidente de tránsito,
aéreo u otros, y sin embargo, no por esto, las normas de tránsitos son un
capítulo de la física. La psicopatías, para usar las analogías, se parecen a
los accidentes de tránsito, en el sentido que se convierten en un problema
social y que requieren tratarse de manera efectiva (vale la pregunta, ¿son
tratamientos pertinentes la cárcel o la terapia?).
Las primeras conceptualizaciones de la
psicopatía surgieron en un contexto filosófico y religiosos, se le consideró
como un trastorno de las facultades morales, cuya cusa radicaba en la
incapacidad de distinguir entre el bien y el mal. En el curso de la discusión,
se fueron elaborando construidos -principalmente en la edad media- como los de
sujeto, el yo, y el de personalidad. Al construido de personalidad se le dotó
de estatus causal, tales como los factores de personalidad o rasgos de
personalidad, es así que en el presente se habla de la psicopatía como un
trastorno de la personalidad (TP), más exactamente como, trastorno antisocial
de personalidad (TAP), cuya causa se debe a un rasgo (se supone, biológico, más
exactamente, de origen genético) que se expresa en la conducta desviada del
tipo TAP. Las concepciones menos restrictivas, consideran la psicopatía como el
resultado de factores de personalidad que se expresan en aquellas personas que
han estado expuestas a factores situacionales; de manera idéntica como se
expresarían problemas como la obesidad o la diabetes.
¿Cómo ve el análisis de la conducta las
conductas catalogadas como psicopatía?. Como una ciencia de la conducta,
quienes se dedican a ésta se interesan en “comprender” los sucesos de su
interés. En su origen, el análisis de la conducta asumió que un suceso quedaba
explicado cuando era posible colocarlo
bajo control. Esto, que en principio pareció una postura epistemológica
radical, hoy se entiende mucho mejor, se entendió por ejemplo, que controlar un
suceso no significa que se comprende su funcionamiento. A través de la
historia, los humanos han controlado diversos fenómenos; controlaron el fuego,
controlaron la dirección de las flechas y sin embargo no comprendían el cómo
era posible esto. Un suceso queda comprendido cuando es posible establecer una
historia de las relaciones en las que entra el suceso que se quiere explicar o
comprender.
Con el propósito de comprender la
conducta, lo primero que hace el análisis es delimitar los elementos de las
relaciones así: las funciones de respuesta y las funciones de estímulo, cuyo
criterio de diferenciación no es otro que el énfasis que se coloca en lo que se
quiere explicar (explanandum), y lo
que explica (explanans). Un organismo
por ejemplo puede fungir como el locus en el que toman forma las funciones de
respuesta, pero también en el que toman forma las funciones de estímulo.
Bajo este modelo, el análisis de la
conducta ve las llamadas conductas psicópatas, como un tipo de relaciones
mediadas convencionalmente, más que un resultado, o la expresión de algo a manera
de síntoma. Es decir que las estás se realizan gracias al lenguaje y que toman
su significado de “psicópatas” porque se
ajustan a un criterio, que también es de carácter convencional.
Tradicionalmente la psiquiatría ha
relacionado las conductas psicópatas con personajes a quienes se les atribuye
el disfrutar el ejercer poder sobre otros, tales como Nerón, Lucrecia Borgia,
Hitler y muchos otros de actualidad y si distingo nacional. Sin embargo,
también se ha enfatizado en la psicopatía como un síntoma a la que le subyace
una causa, por lo general orgánica (genética). Bajo el modelo médico, lo que es
problema son los síntomas, es decir que son estos los que requieren explicación
y cuando se conocen las causas y se les controla, los síntomas desaparecen.
Aquí, los síntomas y sus causas se confunden puesto que no se reconoce que el
problema no son las conductas, son sus efectos que tienen sobre el otro,
incluso sobre el propio sujeto, que mediante el lenguaje so convierte en “yo”
–egocéntrico-.
El análisis de la conducta ubica las
llamadas conductas psicópatas, más como aquellas relaciones- funciones de
respuesta – funciones de estímulo- y que
dado que se trata de relaciones mediada por lo convencional, se apartan de esta
convencionalidad (explícita; como cuando se viola una norma, o implícita como
en el caso la mentira).
Apartarse de la relación convencional,
puede suceder cuando las funciones de estímulo reales se enmascaran con otro
tipo de funciones de estímulo, ejemplo de esto es la mentira (un funcionario
presenta un proyecto para una inversión social, pero en realidad, el proyecto
tiene funciones de uso personal, o como cuando se señala a una persona de
representar un peligro, cuando en realidad sabemos que no lo es). Si la
psicopatía se considera como una forma de poder es precisamente porque en su
aplicación se violan las relaciones convencionales (que como convencionalidades
son el fundamento y la base de lo ético), y por esto, los griegos se refirieron
a estos problemas como que tenían su origen en la facultad moral.
El análisis de la conducta, también
asume que las relaciones no tienen el carácter de absolutas, sino que se
enmarcan en un contexto, por ejemplo, es más probable que se den relaciones
calificadas como relaciones psicópatas, en un contexto en donde se carece de
relaciones convencionales que en uno altamente convencionalizado (se diría,
donde la ley funciona).
Para concluir, se dijo al comienzo de
este escrito, que las conductas psicópatas constituyen un problema social
análogo a los accidentes de tránsito y que es urgente conocer sus causas. Pues
bien, el análisis de la conducta sugiere que estás causas se deben buscar en
las funciones de estimulo que determinan los distintos modos de relación dadas
entre las personas y puesto que las funciones de estimulo son de carácter
histórico, se debe cuidar las convencionalidades que los constituyen, lo mismo
que establecer medios de control para evitar la violación de dichas
convencionalidades (la psicología se refiere a esto, dentro de la temática de
desarrollo moral). Muchas personas no se les observa como psicópatas, porque se
observa más sus conductas que las funciones de estímulo que disponen para
otros, o no se observa la frecuencia con que se apartan de las relaciones
convencionales, en sus modos de relación con los otros o con ellos mismos,
incluso con el ambiente, como en los casos de los delitos ambientales.
Tiberio
Pérez Manrique
Referencias
Esbec, E. & Echeburúa, E. (2011). La reformulación de los
trastornos de personalidad en el DSM-V. Actas
Españolas de Psiquiatría. 39, 1-11.
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