“Perhaps the most
tantalizing aspect of Bowler's account of the eclipse of Darwinism is the
question of whether it may help us to predict the course of behavior analysis in
the decades around the turn of the next century.
Let us start by
assuming that the Darwinian analogy still holds and we are in the midst of an
eclipse of behavior analysis. What kinds of events will lead to the
reemergence? When it begins to happen, how will we know?” (Catania, 1987, p.7).
Parece irónico que el
“procesamiento de información”, que
comenzó alrededor de 1960 y que se presentó como el paradigma que derrocaría al
conductismo, sea hoy quien lo revindique. Cuando Holt (1964) escribió “Imagery:
The Return of the Ostracized” estableció un vínculo entre la nueva psicología
cognitiva y el conductismo, sus diferencias radicaba en el modo como intentaban
alejarse de la inaccesible “mente”. La psicología cognitiva transformo el dualismo cartesiano, mente –
cuerpo en, programa – ordenador, para así darle un sustrato natural a la mente,
lo que se conoció como la “metáfora del ordenador”.
Sin embargo, si se compara la
propuesta de la psicología cognitiva e incluso la del conductismo radical, con
lo que en biología se llamó ortogénesis; y que se refiere a que la evolución de
un organismo estaba dirigida por una fuerza interna y sin mayor referencia a la
influencia que el ambiente pudiera tener en la evolución, no hay diferencia respecto
de la psicología cundo se afirma que la causa de la conducta o la cognición
está en el cerebro o en una entidad, llamada mente.
El problema para delimitar lo
psicológico, se relaciona con la forma como se inserta lo psicológico en el
contexto de la naturaleza. Es claro que en la propuesta cartesiana, lo
psicológico queda excluido. Ahora, en las versiones de neurociencias cognitiva
y en las versiones de conductismo, lo psicológico se entiende como eventos que
están ahí como un objeto más de la naturaleza (junto a otros objetos), pero el
ambiente no se integra en delimitación de lo psicológico. A esta forma de
considerar lo psicológico se le conoce como visión organocéntrica, y que no es
distinta de la ortogénesis para la evolución. Incluso, Skinner (1984),
consideró que una ciencia de la conducta debería asignarle a las neurociencias
una tarea análoga, a la que le asigno la genética a la biología molecular, y
era la de precisar el origen y los mecanismos de las variaciones sobre las que
operaba la selección natural. Para el caso de una ciencia de la conducta, la
neurociencia debería proveer una explicación con respecto a la “fractura
natural” del flujo conductual, sobre la cual operaran las contingencias de
refuerzo.
El desarrollo de la
investigación permitió comprender mejor algunos problemas planteados a la
selección natural, tal cómo, si la evolución era un proceso continuo, o si ocurría
a saltos, si era un proceso ordenado o si ocurría por patrones irregulares.
Entre otras cosas, porque los genes no pueden colocarse en una serie numérica;
aunque se pueda ubicar su historia de aparición en el tiempo. Y ahora, la
pregunta se trasladó más bien a cómo a través de un cuerpo los genes actuales
aún se conservan. Lo que parece ser una paradoja, ya que los genes necesitan de
un cuerpo para su conservación y por otra parte, este cuerpo es de resultado de
genes. Una paradoja similar aparece en la psicología cognoscitiva, por una
parte se necesita de un sistema nervioso que produzca la cognición, pero por
otra parte, se requiere de cognición para entender como el cerebro la produce.
¿Cómo llegamos a esta paradoja?
La respuesta viene del hecho de que hemos olvidado una de las premisas
importantes de la teoría de la evolución por selección natural – Adaptación-
Hemos centrado nuestras discusiones y análisis en la variabilidad y la
herencia, olvidándonos que estos mecanismos tienen sentido solamente cuando se
considera el papel que les asigna la teoría como un todo.
En la psicología ha ocurrido
algo parecido, se ha puesto mucha atención al cuerpo y sus productos, y se han
olvidado las funciones que ese cuerpo establece más allá de los perímetros de
su propia piel, y que es a lo que nos referimos como “un modo de vida”. Como en
el caso del cuerpo, que se debe a un conjunto de genes con una historia
filogenética particular, una forma de vida tiene su origen en las morfologías
de un organismo, estructuradas con pertinencia a las situaciones concretas que
delimitan la existencia del organismo.
Se comete un error cuando por
ejemplo se considera que una ecuación matemática es el producto de una entidad;
llámese cerebro o mente, en cambio de considerarla como una morfología que
tiene una historia sociocultural y que es pertinente para la condición de un
examen de matemáticas, o como una forma convencional aceptada para describir el
funcionamiento de alguna realidad.
El “mundo virtual” es un
ejemplo de esto, las comunidades virtuales han elaborado una serie de
morfologías pertinentes a situaciones que están en un chat, un email y otros
por el estilo, y no pueden considerarse como los productos de una mente, más
bien se deben ver como morfologías elaboradas convencionalmente y pertinentes
para situaciones específicas.
Tiberio Pérez Manrique
Catania,
A. CH. (1987). Some Darwinian lessons for behavior analysis: A review of
Bowler’s the eclipse of Darwinism. Journal
of the Experimental Analysis of Behavior, 47, 249-257.
Skinner,
B. F. (1984). Some consequences of selection. Behavioral and Brain Sciences, 7, 502-510.
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