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sábado, 14 de abril de 2012

Funciones especializadas de la conducta – Conducta profesional –


“Las competencias conductuales son clases interactivas definidas en términos de las propiedades morfológicas de los eventos de estímulo y respuesta. En este sentido, una misma competencia, entendida como disponibilidad interactiva respecto a morfologías de conducta y eventos, pueden tener funcionalidad en diferentes niveles de organización cualitativa de la conducta” (Ribes y López, p. 65).
         El establecimiento de formas de influencia inter-individuos, distintas de las formas puramente organísmicas o biológicas, y que se hizo posible con el desarrollo de los medios convencionales de influencia como el lenguaje, condujo en algún momento de la historia humana a la organización de las prácticas sociales, conocidas hoy como división del trabajo. La organización del trabajo está orientada por las instituciones sociales, sean estas explícitas o implícitas; por ejemplo, los artesanos, los médicos, los psicólogos, los científicos, las amas de casa, las niñeras. Estas formas de organización, son taxonomías que agrupan conductas con base en los criterios que una comunidad asume con propósitos prácticos para el desarrollo de sus distintas actividades (de eficacia y eficiencia).
         Una clasificación general de los distintos trabajos humanos, corresponde a los oficios y profesiones. Esta clasificación no se preocupa por establecer criterios que permitan hacer una mejor distinción entre ellos, simplemente, se asume que un oficio se refiere al conjunto de actividades realizadas por una persona y que no requieren de mayor conocimiento especializado. Una profesión por su parte hace referencia a las actividades que realiza una persona pero que requieren para su realización de conocimientos especializados, que por lo general se adquieren en centros de enseñanza.
Sin embargo, tal distinción y clasificación es más una categorización ideológica que científica. Ideológica porque empodera a los profesionales con  base en sus intereses o en los intereses del grupo al que pertenecen, por ejemplo, cuando el médico, u otro profesional, está más interesado en alcanzar sus intereses personales o de su gremio que en la solución de los problemas de los que se hace responsable, está actuando por criterios ideológicos. Una organización del trabajo, que se apoye en el conocimiento científico, debería establecer los criterios necesarios para la realización de los distintos trabajos (entiéndase que estos criterios sólo pueden salir de la actividad científica, en tanto que deben estar explícitos, ser válidos y confiables).
Se dijo antes que la división del trabajo fue el resultado de una forma de selección natural - los miembros de comunidades con mayor eficiencia y eficacia conductual aumentan sus posibilidades de supervivencia. Es decir, que la división del trabajo es un modo de conducta inteligente.
La inteligencia y la creatividad corresponden a uno de los mayores logros de conducta funcional, de sistemas vivos que conviven. Esto es: los organismos que a través de su historia han establecido un modo distinto a los puramente ecológicos, los medios convencionales, que conviven en sistemas más allá de los SMART o sistemas puramente mecánicos, aunque se quieran hacer pasar por sistemas inteligentes.
Para concluir, se puede afirmar que las personas son tan inteligentes como el sistema de relaciones convencionales en las que se inserte. Y que hay sistemas que favorecen la conducta inteligente, por eso se habla de sistemas inteligentes más que entidades o sujetos inteligentes. ¿Cuáles son las características de un sistema inteligente?: a) tienen más de una morfología conductual y funcional, apropiada para una condición estimular, b) están insertos en un sistema de macrocontingencias que los contextualizan y c) se actualizan con base en su propia historia funcional.
Tiberio Pérez Manrique
Referencias
Ribes, E. & López, F. (1985). Teoría de la conducta: Un análisis de campo paramétrico. México: Trillas.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Análisis del comportamiento y psicología del desarrollo


Dar cuenta de las actividades cotidianas de los seres vivos, y con particular atención, de las del hombre, es el reto de la psicología. “Pocas cosas hay tan conocidas como la conducta humana. Siempre se está en presencia de al menos alguien que manifiesta cierto tipo de la misma.  Del mismo modo, pocas cosas son tan importantes como la conducta propia o la de los demás” (Skinner, 1991, p.83 – traducción española). Los humanos, comen, caminan, duermen, cantan, leen, escriben, bailan, hacen el amor, en fin, se dedican a una variedad de actividades que con razón Jesús Conill, se refiere a todo esto en términos del “enigma del animal fantástico”. Es decir, para una persona desprevenida, todo este hacer de los seres vivos parece incomprensible y se ve como un asunto de magia. Pero quienes se dedican a la ciencia no descansarán hasta responderse una serie de preguntas, tales como: ¿cuál es el origen de estas actividades?, ¿qué condiciones las actualizan o las determinan en el presente?, ¿cómo cambian o, se pueden cambiar?
Las preguntas anteriores, han configurado una temática conocida como Psicología del Desarrollo. Sin embargo, ha resultado una ardua tarea, encontrar categorías analíticas, precisas, sin mayor ambigüedad, que faciliten un tratamiento empírico que permitan responder y hacerlas comprensibles. Las categorías que se han usado se entrecruzan unas con otras, por ejemplo, desarrollo, se cruza con maduración, con historia y con evolución.
La estrategia del análisis del comportamiento consiste en delimitar la naturaleza de lo que se desarrolla, partiendo de una definición fundacional o raíz de lo psicológico – La interacción del organismo con el medio ambiente-. El Análisis del Comportamiento asume la propuesta de Aristóteles de lo psicológico como inter-actividad; característica ésta que hace la distinción entre lo vivo y lo inerte. Y para su precisión empírica, se delimitan las “variables”, esto es, los objetos estimulares y las morfologías o reactividades del organismo. Ahora, el reto es poder, mediante estos pocos elementos, dar cuenta de la actividad entera de un organismo, dentro de un marco comprensible. La preocupación por presentar de manera integral lo psicológico ha estado presente en las distintas aproximaciones psicológicas, por ejemplo, en la Gestalt, en la idea de un “yo”, en William James, quien decía que lo psicológico no ocurría por pedazos.
El Análisis de la Conducta se aproxima a una visión integral de lo psicológico, mediante la idea de desarrollo de las funciones conductuales. El análisis de la conducta, entiende por ejemplo, que toda función psicológica es en principio actividad bilógica, pero la trasciende; se entiende que para ver, se requiere de una estructura – los ojos – pero ver es más que esto, implica hacer contacto con ciertas condiciones estimulares (longitud de onda). También se debe entender que ver no implica una conexión automática o mecánica entre condiciones estimulares y reactividades biológicas, dado que una de las características de la inter-actividad es su carácter de episódico, lo que a su vez permite diferentes posibilidades relacionales (o combinaciones entre condiciones de estímulo y morfologías). Esto que parece simple, permite establecer relaciones de diferentes morfologías con una misma condición de estímulo, por ejemplo, cuando veo una luz verde, puedo ante esa condición de estímulo hacer un dibujo verde, responder mediante una morfología convencional, de tipo verbal – “esto es de color verde”, y hacer comparaciones, o lo que se conoce como tareas de igualación a la muestra. A esta característica de permutabilidad de las funciones de respuesta y las funciones de estímulo la llamó Ribes “desligamiento funcional”. Hasta aquí entonces podemos rastrear el origen de las funciones psicológicas.
Ahora, ¿cómo dar  cuenta de las interacciones que se presentan en una situación específica? El análisis de la conducta, asume en concordancia con la teoría de la evolución por selección natural, que una vez que aparece una variación esta pertenece al presente de la especie. Para el caso de las funciones de la conducta, una vez que se establece un modo relacional, este forma parte ahora de los modos de relación con esa condición estimular – una vez que se aprende a montar en bicicleta no se desaprenderá – ahora forma parte de mis actividades.
¿Por qué, todo lo que se hace parece ordenado y coherente? Una morfología, como se dijo antes, establece relaciones con múltiples condiciones de estímulo simultáneamente; como en el ejemplo de ver verde. No solo hay una interacción fisicoquímica, sino que también hay una relación con medios convencionales, puedo hablar del verde, puedo escribir sobre el verde, puedo hacer un dibujo.
 ¿Por qué se presenta una interacción y no otra? Como seres vivos siempre estamos inmersos en actividades (en interacciones). Sin embargo toda actividad es dinámica casi que por definición y quizás para entender esto, pueda resultar práctico pensar en la manera como se relaciona una melodía con los distintos pasos de un baile, nótese que unos pasos van de primero y otros de último, y si este orden se pierde por algún motivo, el baile puede verse mal, aunque en algunas ocasiones puede resultar en una mejora. Es decir, el que se presenten ciertas actividades y no otras es un asunto de responder a distintos criterios situacionales, no un asunto de algún a priori.
¿Pueden cambiar las formas de interacción ya establecidas? De hecho cambia, lo vemos en la vida cotidiana, cambian en la medida que se establecen formas de interacción que permiten un mejor ajuste a los criterios de la “buena forma”, para usar un término propio de la Gestalt.
Para concluir, la psicología del desarrollo, se ocupa de hacer comprensible la forma como las distintas funciones conductuales se integran en un todo coherente – Cómo se configura ese YO del que hablan otras alternativas teóricas.
Tiberio Pérez Manrique

Skinner, B.F. (1991). El análisis de la conducta: una visión retrospectiva. España: Limusa.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Estados Psicológicos


Considere la siguiente situación: En un momento, su gato se encuentra acostado en el sofá y en otro momento el gato se encuentra parado en el sofá. Estas dos situaciones se reconocen como dos estados diferentes del gato, estos estados se describen de forma más precisa mediante coordenadas espacio–temporales, sin que se pueda usar el mismo grupo de coordenadas para dos estados distintos, si así fuera, se trataría del mismo estado.
En el caso de los estados psicológicos o conductuales, podemos considerar el siguiente par de estados,  “ver rojo” y “ver azul”, y cada uno de estos estados requiere de sus propias coordenadas que los precisen en las dimensiones de espacio y tiempo. En el análisis y la investigación de los estados de las cosas, el interes ha estado centrado principalmente en los cambio de estado; en el paso del estado cero al estado uno. El cambio de un estado a otro puede ocurrir de la siguiente forma, a) un estado A puede conducir consecutivamente a un estado B; en cuyo caso decimos que el estado B es condicional al estado A, b) el estado B puede depender de una estructura compleja que lo actualiza; en cuyo caso hablamos de un estado disposicional como en el ejemplo de Gilbert  Ryle en el que se refiere a  la fragilidad del vidrio; el estado de frágil se presenta cuando se configuran las condiciones que actualizan tal disposición, como cuando el vidrio de la ventana se golpea con una fuerza determinada.
Al ser los estado psicológicos básicamente disposicionales, resulta práctico contar con una taxonomía  de tales estados elaborada con base en sus condiciones de ocurrencia o de su actualización. En este sentido Ribes, ha propuesto las siguientes funciones conductuales o psicológicas, función contextual, función suplementaria, función selectora, función sustitutiva referencial y función sustitutiva no referencial. Estas funciones pueden reconocerse situacionalmente, en las dimensiones espacio-temporales mediante la especificación de estructuras o arquitecturas contingenciales específicas.
Una consecuencia de considerar los estados psicológicos en el sentido propuesto antes, es que se facilita la disposición de un conjunto de contingencias que permiten actualizar funciones psicológicas, con distintas relevancias, según criterios de pertinencia, efectividad, congruencia o coherencia, que delimitan el ajuste de la conducta del organismo a la situación en la que se encuentre. En el análisis del comportamiento se ha hecho uso del concepto de moldeamiento como un procedimiento para conducir la conducta de un estado a otro. En igual sentido, se ha hecho uso del concepto de aprendizaje como la disposición de las condiciones mediante las cuales se pasa de un estado de “conocimiento” a otro estado. Desde la perspectiva de estados psicológicos, el aprendizaje no corresponde a ningún estado psicológico, se usa más bien como un concepto que describe relaciones contingenciales con  las cuales se establecen y organizan un conjunto de funciones psicológicas, con miras a cumplir criterios que definen una realización conductual específica.
Los estados psicológicos dejan de ser así, procesos reflejados en la acción del organismo, que sólo pueden estudiarse mediante interpretaciones como lo proponen todavía teorías mentalistas.
Tiberio Pérez Manrique