“Por una razón, el
análisis científico de la conducta ha producido una especie de epistemología
empírica. La materia de estudio de ciencia de la conducta incluye la conducta
del científico y la de los otros cognoscentes” (Skinner, 1969/1979, p. 208).
Quienes nos dedicamos a
la psicología asumimos sin mayor discusión que la psicología es una ciencia.
Sin embargo, no basta con que una disciplina cuente con una larga historia para
dar por hecho que se ha resuelto el problema básico de su fundamentación
epistémica. Como tampoco se trata de encontrar un principio de validez
universal y absoluto, más bien, las propuestas epistemológicas se mantienen en
cuanto permitan una acción efectiva respecto de la materia que se propone
analizar. Aunque las discusiones epistemológicas se han orientado
principalmente al análisis de propuestas que reflejen una estructura subyacente
análoga con la realidad por descubrir.
Por algún motivo, los
humanos han mostrado una fascinación por la luz, hasta el punto de llevar esta
fascinación a considerarla principio epistémico -conocer como un reflejo de una
realidad-; por ejemplo, en la vida cotidiana, cuando la gente no se comporta de
acuerdo a lo esperado, se le dice “que no hay peor ciego que el que no quiere
ver”, o cuando comprendemos la solución de un problema, decimos que nos
“iluminamos”. Incluso Platón en el mito
de la caverna usó la luz como metáfora de conocimiento, y desde entonces, a la
razón se le asignó la función de iluminar el mundo.
Con Platón, también a la
epistemología se le dio una lectura ontológica, como en “el mundo de las ideas”,
o cuando se propuso una verdad absoluta con base en principios deductivos –en
el sentido de episteme griega- perder de vista la diferencia entre lo
ontológico y lo epistémico, nos conduce con mucha frecuencia a discusiones
estériles. Por ejemplo, cuando discutimos asuntos relacionados con el tiempo,
para el caso de los fenómenos psicológicos, los eventos psicológicos siempre
ocurren en el presente, pero en su análisis se sustituye lo ontológico por
categorías analíticas: presente, pasado y futuro. Al no hacer esta distinción,
para salvar la ontología del tiempo, se crearon
ficciones como memoria.
El análisis de la
conducta se vio obligado a hacer la distinción entre lo ontológico y lo
epistémico, pues como se conoce, éste propone que la psicología es el estudio
de la conducta, y también sostiene que conocer es conducta como cualquier tipo
de conducta. Entender el conocimiento como conducta conlleva la misma objeción
que se le hace a otras propuestas; esto es, no puede proponerse que la conducta
sea a la vez, objeto y forma de conocimiento –lo que se conoce como
reflexividad conductual. Para salvar esta objeción, el análisis de la conducta
propone que la conducta de conocer es válida en cuanto influye de modo efectivo
en el fenómeno al que está dirigida, que su validez se aparta de la idea de
reflejo de una estructura que subyace a la realidad, como lo proponen las
teorías de la verdad por correspondencia.
Desde la mirada de la
reflexividad conductual como principio epistémico, se pueden proponer unos
principios básicos para la conducta de conocer, tales como ciencia básica y
ciencia aplicada; que por cierto, la relación entre las dos no ha sido nada
clara.
La conducta de conocer
en la ciencia básica se relaciona principalmente, con la delimitación del
objeto de conocimiento (la psicología como el estudio de “las interacciones del
organismo con el ambiente”) y con los modos de delimitar, e influir en los
distintos modos de interacciones o fenómenos psicológicos.
La conducta de conocer,
en ciencia aplicada, se relaciona principalmente con lo que se conoce como
manipulación de variables, que nos permiten controlar y predecir e incluso
modificar los fenómenos psicológicos específicos. Esto además exige que haya
coherencia epistémica, por lo que el pluralismo o el eclecticismo epistémico no
tienen cabida aquí.
En resumen, la conducta
de conocer ocurre en un continuo cuya naturaleza se delimita como conducta de
orientación en espacio y tiempo. Esta orientación es a lo que las
epistemologías tradicionales delimitan como el espacio del observador.
Tiberio Pérez Manrique
Skinner,
B. F. (1969/1979). Contingencias de
reforzamiento: Un análisis teórico. Mexico: Trillas
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