Ribes, E. ; Rangel, N. E. y López-Valadéz, F.
(2009): “Las instituciones constituyen sistemas de relaciones prácticas
compartidas mediadas por el lenguaje. Por ello, constituyen el medio que
posibilita determinada forma de relaciones interindividuales, y funcionan con
base en criterios compartidos que estipulan y regulan los roles sociales que
desempeñan diversos actos en determinadas circunstancias. El surgimiento de instituciones
diversificadas y diferenciadas es un signo de evolución y complejidad social.
Un mayor número de instituciones distintas posibilita funciones sociales
múltiples para los actos de los individuos en sociedad. Puede decirse que las
contingencias comunes y compartidas que afectan a los miembros de una
organización social son, en sentido estricto, la actualización interindividual
de las instituciones como sistemas complejos de relaciones convencionales” (Julio,
15).
A propósito del III Congreso de Psicología –
COLPSIC, que se estará realizando por esta fecha en Bogotá, y cuyo tema de
análisis es “Por la reconstrucción del tejido social”, vale la pena preguntarse
críticamente, si los psicólogos hemos cumplido con el encargo que los griegos
le dieron a la psicología, esto es, el de “conducir a los seres humanos hacia
la felicidad”. Y de ahí, su gran preocupación por el conocimiento, pues entendieron
que sólo mediante éste los humanos podrían ser felices. El conocimiento fue
para los griegos una de las más valiosas virtudes.
Sin embargo, en el transcurso de la historia,
el conocimiento se convirtió en una cosa, que tan sólo unos pocos privilegiados
(por natura o por que se poseen el dinero para adquirirlo) podían tener. Hay
que ver, como la misión original de la Universidad, referida al conocimiento
universal, ha cambiado a lo que hoy se conoce como Universidad de propósitos
finalizado, y que se refiere a que ésta debe ser una institución dedicada a
investigar aquello por lo que se le pague o redunde en utilidad económica. Y en
esta misma lógica de mercado se inserta la formación de profesionales, se trata
de formar un recurso humano (a la manera de recurso natural) cuyo
comportamiento profesional sea un bien de alta calidad, sujeto a las leyes del
mercado – oferta y demanda-. No es extraño entonces que hablemos de
“reconstrucción del tejido social”, se trata de reparar la “cosa humana”.
Tal vez sea tiempo de abandonar la idea de
máquina cartesiana, y considerar que esto que nos hace humanos, tiene la misma
lógica por la cual somos seres vivos. Es decir, somos humanos por que somos
seres cuyo modo de vida va más allá de lo físico-químico, y de lo biológico,
somos además seres que vivimos en un medio convencional, y por esto somos seres
de convivencia.
La convivencia, como lo ha hecho ver con
mucha claridad Ludwig Wittgenstein, es un modo de vida que se hizo posible en
los “juegos de lenguaje”, que a través de la historia humana todos hemos
construido, incluidos quienes ya murieron. Quien se esté al margen de estos
juegos de convivencia no puede considerarse un ser humano, y para esto, los
mismos humanos han dispuesto formas de integrarse a los distintos modos de
convivencia; se trata de las instituciones, entendidas como los modos de
relación legitimados como formas de convivencia. Cabe aclarar que para que el
mecanismo funcione, una institución no puede ser visto como lo que hoy se
conoce como clubes privados. Si bien es cierto que como seres individuales nos
es imposible participar en todos los juegos de convivencia, si se debe hacer
posible su ingreso de una manera real y efectiva. Era de estos asuntos de los
que se encargaba la política en la antigua Grecia y que hoy parece haberse
olvidado.
Hemos venido hablando de las posibles
amenazas para la vida en el planeta, como el cambio climático, las posibilidad
de una guerra más allá de lo nuclear, de las epidemias, pero tal vez nos hemos
olvidado de una amenaza mas importante –los marginados de la historia y su
desintegración sociocultural-
¿Qué pasó con la “felicidad” humana, a quién
le importa?
Tiberio Pérez Manrique
Referencias
Ribes, E. ; Rangel,
N. E. y López-Valadéz, F. (2009): Análisis
teórico de las dimensiones funcionales del comportamiento social. Accueil.Recuperado
de. http://lodel.irevues.inist.fr/cahierspsychologiepolitique/index.php?id=752